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Mostrando entradas de febrero, 2011

El Monasterio del Grial: el Maestro de San Juan de la Peña

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Esta puerta abre la del cielo a todo fiel que se esfuerce en unir la fe con el cumplimiento de los mandamientos de Dios: PORTA PER HA(N)C CAELI FIT P(ER)VIA CUIQ(UE) FIDELI + SI STUDEAD FIDEI IUNGERE IUSSA DEI S in duda, uno de los mayores atractivos de un Mito, reside en su extraordinaria capacidad de perpetuarse a lo largo de los siglos, manteniendo incólume ese misterio primordial que hace de él algo deseable y añorado, pero a la vez inalcanzable, hasta el punto de constituir un sueño en la memoria colectiva de la humanidad. Posiblemente, el más grande de los mitos, el mito por antonomasia, aquél que con más fortaleza desafía el paso del tiempo, así como también el conocimiento humano, no sea otro que éste que se refiere al Santo Grial. Sobre todo, teniendo en cuenta que nadie sabe con seguridad, qué es, en definitiva, y en qué consiste el Santo Grial. ¿ La esmeralda que se desprendió de la corona de Lucifer en la Caída?. ¿El sangreal o la sangre real que, según algunos autores, pe

Los Símbolos de una Reina silense: Nª Sª de Marzo

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S i dejamos a un lado la apasionante imaginería simbólica que conllevan los formidables capiteles de este claustro de la abadía benedictina de Santo Domingo de Silos, observaremos, no sin cierta fascinación, el enorme despliegue de simbolismo que, en cuestión de pocos metros, implica a dos de los elementos que conforman una parte sustancial de la galería norte: el Cenotafio de Santo Domingo, y la imponente imagen sedente de Nª Sª de Marzo. C omo en la entrada anterior, en la que comentaba algunos de los símbolos del cenotafio de ese aútentico Magister que fue Santo Domingo, considero puntual la ocasión de fijar ahora la atención en otro apasionante atanor simbólico , que no es otro que el constituido por la imaginería mariana medieval. Imaginería que, dicho sea a modo de breve introducción, conserva gran parte de los misterios iniciáticos que, consignados de manera encubieta por una minoría de eruditos -o iniciados, como se prefiera- ajenos a la ortodoxia oficial, nos desvelan aspectos

Los Símbolos de un Maestro: cenotafio de Santo Domingo de Silos

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L a lluvia, infatigable compañera durante toda la mañana, apenas ofrece un momento de tregua cuando, todavía empapado a consecuencia del desplazamiento desde el aparcamiento habilitado a las afueras del pueblo, pongo los pies por primera vez en el claustro de ésta milenaria abadía de Santo Domingo de Silos. El viaje, sin duda extraño, no estaba previsto. En realidad, Silos no era mi destino esta tempestuosa, desapacible mañana de sábado. Ni siquiera pensaba en Silos, ni en la herejía que supone para un amante del románico, no haber recalado allí todavía, sobre todo cuando, como un lorito parlanchín, he utilizado en numerosas ocasiones el término silense para referirme a las características de las esculturas capitelinas de ésta o de aquélla iglesia. Mi destino, fruto de la locura o del romanticismo para desafiar a estos idus de febrero, se encontraba, aproximadamente, una cincuentena de kilómetros más allá, en Hortigüela y las ruinas de lo que en tiempos fuera uno de los más antiguos y

El Camino de las Ocas pasa por Buenafuente del Sistal

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P osiblemente, uno de los enclaves más enigmáticos y mistéricos de esta zona del Alto Tajo, sea el constituido por este monasterio de monjas del Císter -y de hecho, el único monasterio de la Orden en vigor en toda la provincia de Guadalajara- de Buenafuente del Sistal. De entrada, ya el propio nombre nos ofrece una clave, contenida en el agua, milagrosa, al parecer, de la fuente alrededor de la que se levantó esta comunidad, hace la nada despreciable cantidad de tiempo de un milenio. A l referirnos a ella, hablamos, pues, de uno de los lugares así como de una de las comunidades más antiguas donde -aparte de cultos anteriores, como se supone que existieron (1)- el románico dejó también su impronta en la provincia de Guadalajara y que, junto con Cobeta y el Barranco de la Hoz, conforman un espectacular triángulo, en cuyos vértices, se sitúa una oportuna y peculiar aparición mariana. D ifícil sería, en un lugar de semejantes características, no encontrar huellas, siquiera sea a simple vi