Briones o el oscuro encanto de las capillas de planta octogonal
Hay ocasiones en las que, durante los avatares de
un viaje o de una excursión, el viajero tropieza –que el azar decante en la
caída de la moneda si de una forma casual o causal-, con alguno de los viejos
mitos que, en determinadas circunstancias, han alimentado los sentidos del
hombre moderno, con paradigmáticos enigmas del mundo medieval. Tuve ocasión de
comprobarlo, el pasado mes de octubre cuando, por fortuitos o causales
motivos, me desplacé a La Rioja, formando parte de un viaje previamente
organizado. Durante la primera etapa de dicho viaje, el programa determinaba
una parada en una ciudad muy peculiar de la denominada Rioja Alta: Briones.
Briones, situado a escasamente tres kilómetros de otro pueblo no menos
peculiar, San Vicente de la Sonsierra -que seguramente mucha gente recuerde
por dos motivos fundamentales: los famosos picaos de su Semana Santa y
su imponente y mistérica iglesia dedicada a la figura de Santa María de la
Piscina-, es un pueblo que, si bien ha perdido la antigua esencia de los monumentos
románicos que acompañaban las sufridas escalas de los peregrinos que la atravesaban
camino de Compostela, no es menos cierto, que en cuestión de monumentalidad y
riqueza artística, dispone, al menos, de dos importantes monumentos, que nadie
que pase por allí, debería dejar nunca de visitar: la imponente
iglesia-colegiata dedicada a la figura de Santa María y la singular ermita del
Santo Cristo de los Remedios, fechadas en los siglos XVI y XVIII, respectivamente.
Dejando para mejor ocasión las singularidades de la iglesia de Santa María –que
habelas haylas, y muchas, como meigas en Galicia-, propongo
centrar nuestra atención, en la ermita del Santo Cristo.
Construida por los arquitectos Juan Bautista Arbaizar
e Ignacio de Elejalde entre los años 1737 y 1745, sus cimientos se elevan sobre
las ruinas de la antigua iglesia –probablemente, románica- dedicada a la
figura de San Juan Bautista, situándose en un lugar privilegiado del casco
antiguo de la ciudad, desde donde se divisan esas infinitas extensiones de
viñedos, cuyos caldos son mundialmente conocidos, entre las que destaca, como
un oasis en un mar de uvas, la presencia de una de las bodegas más importantes
de la provincia: las bodegas Vivanco.
Si en España, a
partir del siglo XIX, cuando la arqueología comenzaba a boquear, sobre todo
como afición entre lo más rancio de la nobleza del país, ya el Marqués de
Cerralbo creó cátedra al considerar la posibilidad de que una hermosa virgen
del siglo XIII que se conserva en el monasterio soriano de Santa María de
Huerta, fuera la que llevara el arzobispo de Toledo, Ximénez de Rada en la
famosa batalla de los Tres Reyes o de las Navas de Tolosa, no fue menor la
cátedra que sentó en el siglo XIX el gran arquitecto francés Violet le Duc
–recordemos, que reconstruyó, de la mejor manera posible, la emblemática
catedral parisina de Notre Dame-, al afirmar rotundamente, que los edificios
de planta octogonal obedecían a un modelo de arquitectura templaria. Polémica
que, extendiéndose a nuestros días, ha hecho –y todavía continúa haciendo-,
correr ríos de tinta, en relación a una serie de fantásticos monumentos
románicos, que situados en diferentes regiones, causan no poca sorpresa y
admiración. Los principales de ellos –algunos situados en pleno Camino de
Santiago o en sus inmediaciones-, no son otros que los siguientes, cuya ignota
protohistoria, está envuelta en el fantástico halo de la leyenda y la
tradición: Santa María de Eunate y el Santo Sepulcro, de Torres del Río, en
Navarra; la iglesia de la Vera Cruz, en Segovia –cuya planta es dodecagonal,
como al parecer, lo fue también, una de las ermitas que se encontraba en el
interior del castillo templario de Pelerin, en Tierra Santa-, y la iglesia de
Santiago –inicialmente, bajo la advocación de la figura de Nuestra Señora-, en
la cima del Monsacro asturiano, lugar legendario, donde Santo Toribio, obispo
de Astorga escondió las reliquias que trajo de Tierra Santa y donde también la
tradición sitúa similar acción, con aquellas otras que el mítico y rebelde Don
Pelayo salvó de Toledo, poco después de la invasión agarena.Si bien es cierto, que si hemos de considerar
alguna forma de arquitectura templaria, más que a sus iglesias, propiamente
hablando, sería aquélla relacionada con la costumbre que tenían de plantear
las defensas de sus fortalezas –tanto las que construían con sus propias manos,
como muchas otras de las que heredaban-, dotándolas del denominado triple recinto,
que ya los celtas utilizaban para la defensa de sus castros, e incluso, yendo
más allá, la forma en que distribuían sus encomiendas, dotándolas de recinto
amurallado, con torres de guardia y vigilancia en cada una de sus esquinas,
como así se demuestra, en los restos de la antigua encomienda templaria de Aberin,
también situada en tierras navarras. Sin poner en duda, de que tal vez alguna
de ellas, incluso otras que se encuentran allende las fronteras españolas, sí
pudo pertenecerles –no olvidemos, que todas ellas siguen el modelo de la Casa
Madre templaria en Jerusalén, la mezquita de Al-Aksá-, no se les puede atribuir
la autoría, simplemente por el hecho de que su planta sea de forma octogonal. Forma que, curiosamente,
tiene la ermita del Santo Cristo de Briones. Como también la tiene, la planta
de otra ermita, también del siglo XVIII, dedicada a la figura de Cristo: la de
Almazán, en la vecina provincia de Soria, realizada, al parecer, hacia 1723,
por el maestro, se cree, que de origen italiano, Juan Antonio Pempinela.
Y esto nos lleva a plantearnos, otras cuestiones
que han flotado siempre, con un siniestro halo de fantasía idealizada –sobre
todo, en los siglos XVIII y XIX-, acerca de las organizaciones masónicas
surgidas después de la desaparición de la Orden del Temple, y supuestamente
heredera de sus secretos arquitectónicos, tema que, por supuesto, alcanza para
mucho más que un breve artículo. Pero sí que podemos decir, para terminar, que
por los motivos que fueran –asociados o no, a este supuesto resurgir masónico-,
durante los siglos anteriormente citados, la historia de la arquitectura
recuperó la magia de los edificios de planta octogonal, y no menos curioso
detalle, en general, fueron dedicados a una figura crística con
características tan milagrosas, como las que tradicionalmente, han acompañado
siempre a la mayoría de imágenes marianas románico-góticas que inundan nuestras
ermitas e iglesias.
Publicado en STEEMIT, el día 12 de enero de 2018: https://steemit.com/spanish/@juancar347/briones-o-el-oscuro-encanto-de-las-capillas-de-planta-octogonal
Publicado en STEEMIT, el día 12 de enero de 2018: https://steemit.com/spanish/@juancar347/briones-o-el-oscuro-encanto-de-las-capillas-de-planta-octogonal
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