Juegos de Geometría Sagrada en una ermita mozárabe



'Más cosas encontraréis en los bosques que en los libros; los árboles y las piedras pueden haceros ver lo que los maestros nunca sabrán enseñaros...'. (1)

Igual que esa historia de los sueños que nunca ha sido escrita, como asevera Jacobo Siruela, la historia de los canteros y su fantástico mundo simbólico permanece, también, envuelta por brumas oníricas, cuyos elementos clave escapan, la mayoría de las veces, a cualquier tipo de psicoanálisis racional que pretendamos aplicar para desentrañar el mensaje que subyace aletargado en su rico simbolismo. Es cierto que en ocasiones, la sorpresa salta cuando menos te lo esperas. Pero no es menos cierto, también, que después, cuando desaparece esa ilusoria euforia frente a lo que parecía, a priori, una piedra de Rosetta que, cual ingenuo Champollion, habría de proporcionarte la clave de un idioma ancestral, la desesperanza se abre camino inexorablemente, hasta el punto de volver a dejarte en ese punto muerto inicial; en esa tierra de nadie, prohibida y tremendamente peligrosa, que pocos se arriesgan a atravesar, en la mayoría de las veces por temor a hacer el ridículo.
La ermita de Santa Cecilia, es un canto a la belleza. Si bien el entorno es un poderoso aliado, su sencillez, su calculada proporción y su nostálgica elegancia, hacen de ella un tesoro que invita a la ternura, al mimo, y sobre todo, a la contemplación. No en vano, creo que se podría afirmar que es el único ejemplar de arte mozárabe que sobrevive en la provincia de Burgos. Y de hecho, ya en sí misma y con esa supervivencia añadida, constituye todo un enigma. En realidad, la zona es un enigma en sí, en cuanto a ermitas, advocaciones, cultos y romerías se refiere, disponiendo, incluso, de una ruta específica: la ruta de las ermitas, cuyo punto de partida, comienza, probablemente, en Quintanilla del Coco.

Su situación de aislamiento, a medio camino de las poblaciones de Santibáñez del Val y Barriosuso, hacen de ella un lugar solitario y tranquilo que, de alguna manera, recuerda a esa otra ermita, mozárabe también, escondida en lo que ahora son las parameras de Berlanga: San Baudelio. Dejando aparte las evidentes diferencias entre una y otra, ambas, no obstante, tienen una cosa en común: por algún motivo, ninguna de las dos parece haber sufrido las consecuencias de las terribles razzias de Almanzor. No olvidemos la cercanía a la que la ermita de Santa Cecilia se encuentra de Silos y también de ese imponente desfiladero de la Yecla, donde el caudillo moro estuvo a punto de perder la cabeza, cuando regresaba de una de ellas.

Pequeña en su conjunto, Santa Cecilia posee una galería porticada, que juega con la magia de los números: cinco arcadas, contando con la arcada principal. A través de ésta, se accede al pórtico de entrada y a una galería interior, cegada en sus extremos. El pórtico es sencillo, y está totalmente desprovisto de ornamentación, a excepción de una cenefa que muestra motivos foliáceos, semejando arquillos. A juzgar por los carteles informativos, el interior, en su zona absidal, está presidido por una imagen de la santa que, entre otros, porta como atributos la hoja de palma caracteristica de la santidad. Como en cualquier templo, las marcas de cantería -en realidad, escasas- se confunden con las cruces de peregrino y los graffitis modernos, incluido un curioso nudo celta, esmeradamente labrado, todo hay que decirlo, y varios círculos, conteniendo una cruz tipo paté apenas perceptible uno y el radio dentro de la circunferencia, otro.

Ahora bien, la cosa cambia cuando echamos un vistazo al lado este de la galería y observamos, en sus sillares, un círculo perfecto con una flor de seis pétalos -otra vez la magia de los números- y un círculo más pequeño en su interior. Modelo similar, comparativamente hablando, a esas otras conocidas como espantabrujas, que tanto imperan en los dinteles y en las fachadas de muchas casas de nuestros pueblos, aunque sin la acepción del segundo círculo. Idéntico modelo, aunque sin el círculo interior, lo encontramos al lado opuesto de la galería, en una esquina formada por los muros oeste y sur. Y aquí comienza el drama, porque si bien, tanto uno como otro modelo, parecen de época, al menos uno de ellos, contiene añadidos visiblemente menos marcados y previsiblemente modernos.

Curiosamente, a la derecha del primer modelo cuya flor está inmersa en dos círculos concéntricos, se puede observar una flecha a la derecha que señala una estructura geométrica de forma determinada. Estructura que podría corresponder a un plano y un trazado de ángulos aplicables a la construcción del templo, de los que se valió el Magister Muri para, o bien orientarse u ofrecer a los operarios una lección teórica. Esta sensación quedaría, en cierta manera, evidenciada, en el segundo diseño. Precisamente aquél que no posee el círculo más pequeño pero que, por el contrario, sí cuenta con unos añadidos que pudieran ser modernos, pues el trazo es más débil y está menos remarcado. Los añadidos a los que me refiero, son flechas que, partiendo del centro, señalan una dirección determinadas; a las flechas hay que sumarles letras y conjuntos de letras -RPM, IAC, R, M, E- que podrían corresponder con fórmulas geométricas de las que valerse para la obtención de planos y ángulos aplicables a la construcción y posiblemente también a la orientación del templo. Pero repito que, por su aspecto, se tiene la sensación de que alguien, en época relativamente reciente y aprovechando un diseño original dejado por los canteros que levantaron esta ermita, o bien practicó a solas o por el contrario, ofreció una lección en vivo, y posiblemente magistral, de geometría sagrada.

Ahora bien, al hacerlo, quizás añadió las claves a una piedra de Rosetta que podría despejar, cuando menos, algunas incógnitas en cuanto a este fascinante mundo de la cantería medieval y sus, en ocasiones, inexplicables misterios. Pero eso formará parte de otro estudio.





(1) San Bernardo de Claraval, 'Epístola 106'.

Comentarios

  1. Si que parece una preciosa iglesia de coqueta galeria. Misterioso el simbolo con letras que nos muestras, aunque me parecen muy contemporáneas (al menos desde aquí). Lástima habermela perdido!!

    Un abrazo caminante

    *

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  2. Hola, Baruk
    Para ser sincero, esa misma sensación tuve yo cuando los ví, que eran modernos. Pero no sé, creo que ambos símbolos podrían ser originales, independientemente de que en uno de ellos, quien fuera, jugó en época moderna con la geometría sagrada por los motivos que fueran y que supongo que permanecerán en incógnito por siempre. Hay una marcada diferencia en los trazos, profunda en lo símbolos principales (como solían remarcarlos los canteros medievales) y otros apenas arañados. Pero aparte de ser un buen tema para continuar investigando, creo que se va a convertir también en un desafío. Un abrazo

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  3. Un artículo muy interesante. Gracias Juancar por la labor que estás desarrollando. El tema que se plantea no deja de suscitar ciertas preguntas. Es sugerente como parece que los signos que labraron los constructores fuesen posteriormente completados con esas letras. Saludos.

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  4. Hola, Rafael. Gracias por tu comentario. Como ves, el mundo de los canteros medievales, aunque fascinante, es también harto oscuro y complicado. Huellas que se pierden, o incluso marcas originales que se alteran; otras, como en el caso de esta ermita, sirven para demostraciones prácticas, en mi opinión,que a veces también pueden facilitar claves. En fin, de lo único que estoy seguro, es de que cuanto más me adentro en este desconocido universo, más sorpresas me encuentro. Saludos

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