La capilla ascensional de Torres del Río: iglesia del Santo Sepulcro

Situada en el Camino de Santiago y dotada de planta y alzado atípicos, sorprende que la iglesia del Santo Sepulcro tardara en ser conocida por los estudiosos de la arquitectura medieval. Las sucintas referencias de historiadores locales del siglo XVII no se vieron seguidas por los habituales textos de viajeros y "anticuarios" de finales del siglo XIX...(1)

Resulta evidente que los tiempos han cambiado, y en la actualidad, ésta monumental joya arquitectónica que es la iglesia del Santo Sepulcro, situada en la pequeña localidad navarra de Torres del Río, constituye una referencia ineludible tanto para historiadores, como para peregrinos, turistas, curiosos, investigadores y amantes del Arte en general. Una iglesia sobre la que, dicho sea de paso, se cierne también el fantasma del shakesperiano aforismo basado en el ser o no ser de la autoría, emparejándola con la vecina iglesia de Santa María de Eunate, así como con la segoviana iglesia de la Vera Cruz, y como ellas, basada en el modelo de la Cúpula de la Roca o mezquita de Al-Aksá, en Jerusalén.
Nos encontramos, pues, ante un modelo arquitectónico netamente oriental, traído a la Península, es de suponer en buena lógica, por las órdenes militares que se aposentaron y combatieron aquí, en lo que bien se podría denominar como una prolongación de las Cruzadas. A éste respecto, resultan interesantes las aseveraciones de Juan García Atienza (2) quien, con relación a la presencia del Temple en Navarra, conjeturaba sobre la posibilidad de que hubiera una deliberada intención de hacer desaparecer los testimonios de sus enclaves en la región, entre otros motivos, seguramente por el grado de acercamiento que ésta tenía con Francia, donde se gestó y perpetró la disolución de la Orden.
Ahora bien, si controversia genera entre historiadores e investigadores la atribución de la autoría a tal o cuál orden, igual de importante y no menos controvertida, resulta la pregunta relativa al por qué del modelo, y el añadido implícito de para qué dicho modelo de edificación religiosa. En cuanto al modelo se refiere, tampoco Atienza parece andar excesivamente errado a priori, pues, alejándose, al menos temporalmente, de cualquier sutileza esotérica, deja entrever una opinión en modo alguno descabellada, alegando que respondía a una especie de homenaje a su sede central -daba por hecho la autoría templaria-; un homenaje y un modelo de arquitectura sagrada, que servía, a la vez de lugar de culto, también como lugar de reunión (página 51 de la mencionada obra). Y en cuanto a esto último, podríamos encontrar otro ejemplo de cierta relevancia, en la ermita soriana de San Saturio, enclavada sobre una formación rocosa donde abundan las cuevas, con una planta octogonal y un lugar para reuniones, denominado Sala o Capítulo de los Heros, lugar al que se accedía desde el monasterio templario de San Polo, hoy en día, constituido en propiedad particular.
De acuerdo, en principio, con un posible origen templario, otro extraordinario investigador, Rafael Alarcón Herrera (3), ofrece algunos datos relacionados, como es la magnífica talla del denominado Santo Cristo del Sepulcro, con corona real y suspendido con cuatro clavos de una cruz de brazos florenzados. Cristo con fama de muy milagrero, y comparable, en esencia, al famoso Cristo renano de la iglesia del Crucifijo, en Puente la Reina, y a otro Cristo, renano también, que se localiza en la ciudad palentina de Carrión de los Condes.
Porque si observamos con detenimiento esa cruz de brazos florenzados, no tardaremos en apreciar que en realidad se trata de una pata de oca encubierta, con todos los significandos que dicho símbolo entraña. Símbolo, desde luego, no desconocido para el Temple, ni tampoco para las sociedades de compañeros que trabajaban al servicio de la Orden. A tal respecto, me permito sugerir las consideraciones consignadas por Louis Charpentier, en una de sus obras más conocidas, hoy en día consideradas como un auténtico clásico: El misterio de Compostela (4).
[continúa]

(1) Javier Martínez de Aguirre/Leopoldo Gil Cornet: 'Torres del Río, iglesia del Santo Sepulcro', Colección Panorama Nº34, Gobierno de Navarra, Departamento de Cultura y Turismo-Institución Príncipe de Viana, año 2004.
(2) Juan García Atienza: 'El legado templario', Robin Book, S.L., 1991, página 117.
(3) Rafael Alarcón Herrera: 'La otra España del Temple', Editorial Martínez Roca, S.A., página 209.
(4) Louis Charpentier: 'El misterio de Compostela', Editorial Plaza & Janés.

Comentarios

  1. ¡Ay, Torres del Río! ¡La gran olvidada! Toda la fama, y las elucubraciones, se las lleva Eunate, cuando aquí hay tanto por analizar...
    Incluso tú, pillastre, te haces el "loco", y evitas mostrar en detalle los capiteles interiores, de sugerente simbología. También pasas de puntillas por la bóveda estrellada pareja a la de Almazán y la Mezquita Mayor de Córdoba, entre otras, prodigio de ingeniería medieval. Es más, si siquiera haces incapié, en el "absurdo" escudo del tímpano, con una extravagante cruz "patriarcal"...
    Tembién pasas, a salto de mata, sobre el peculiar Cristo, sobre esa cruz en apariencia inocente. Un cruz con brazos flordelisados, de simbolismo tan peregrino, pues, la flor de lis, es una de las formas, bajo las que se camufla la compañeril "pata de oca". Eso nos llevaría a considerar, que este es otro Cristo sobre la Pata de Oca, semejante al de Puente la Reina, al menos en intención...

    En cuanto a la autoría de sus constructores, patrocinadores, y dueños medievales, todo es mucho más oscuro que en Eunate. Hubo un momento que que perteneció al Santo Sepulcro, pero ¿y antes?

    Salud y fraternidad.

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  2. En efecto, querido Magister, la gran olvidada y sin embargo, como bien dices, cuánto nos tiene que contar todavía. No paso, sino que, por cuestión de tiempo, he de ir poco a poco. He querido hacerlo así, más que nada para no dar la impresión de abandono. No he olvidado las estrellas; de hecho, junto con la hermana pequeña de la Mezquita del Cristo de la Luz, pienso hacer una entrada en el futuro. El Cristo, no sólo es apasionante, sino también portador simbólico sin igual; sí me había percatado del detalle de la cruz. Si no muestro mejores fotos del interior (incluida la de ese curioso capitel del descendimiento, cuya versión recomiendo la de Alarcón, 'A la sombra de los Templarios') es porque, por desgracia, se me rompió la cámara Nikon en el monasterio de Leyre y la cámara que me quedaba, sinceramente, era una patatilla. De manera que todavía se puede decir que tengo una deuda pendiente con Torres del Río. En efecto, en el antes está la clave de pertenencia; el después, por lo general, suele ser más fácil de rastrear. Lo mismo se puede decir de la otra iglesia del pueblo, que no pude visitar en esa ocasión, y que, creo que sabes, tiene otro curioso Cristo con la cruz de gajos. En fin, como digo, espero ir avanzando poco a poco. Un abrazo

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  3. A lo mejor, puede ser, que antes perteneciera a la Orden de la Resurrección del Señor y que por eso, tal vez, aparezca la cruz "patriarcal" en el escudo, en representación de las cinco llagas de Cristo. No olvidemos, que aun cuando en 1099 se produjo la unión entre la Orden del Santo Sepulcro y la de la Resurrección, la cruz de doble traviesa no fue enteramente desplazada, sino simultaneada.

    Aunque, de todas formas, tampoco esta cruz quintuple fue patrimonio exclusivo del Santo Sepulcro, pues se vincula a los relicarios ofrendados por el Papa a los templarios, alusiva a la donación papal del Lignum Crucis ( Astorga, Zamora, Segovia).

    Salud y románico

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  4. Pudiera ser, Syr, ¿por qué no?. No sé, soy de la opinión de que cuando uno se enfrenta a lugares como éste, ha de tener tanto el espíritu como la mente abierta y no desechar absolutamente nada a priori, independientemente de la postura, a favor o en contra, del pretendido templarismo del lugar. La falta de documentación precisa, sobre éste y otros muchos lugares, obliga a que en numerosas ocasiones erremos a la hora de adjudicar la construcción a tal o cuál Orden. A éste respecto, perdonadme ambos si añado que suelo cruzar los dedos a la hora de admitir las atribuciones oficiales, pues bajo mi punto de vista, suelen ser también bastante ambigüas y partidistas. Esta misma cruz, pintada en rojo sobre el pórtico de entrada, figura también en la Vera Cruz de Segovia; y como bien dices, solía ser la forma de cruz adoptada por el Temple como contenedor-relicario de los Lignum Crucis. Por sí mismo, el detalle puede que no demuestre nada, pero aquí, como en Segovia, la tradición tiende siempre a lo mismo: al Temple. Ahora bien, tampoco rechazo de pleno que pudiera haber sido levantada por cualquier otra de las Órdenes que, habiendo permanecido en Tierra Santa, trajeran esa influencia y ese modelo oriental. Como le digo a nuestro querido Alkaest, fue una pena que se me rompiera la cámara en el monasterio de Leyre, pues un detallado examen de los elementos de su interior, quizás pudieran ofrecer algún indicio más sostenible para defender una postura u otra. Un abrazo

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