Canteros de Olite: las marcas del Palacio Real

No cabe duda de que Navarra es una tierra con numerosos atractivos, tanto naturales como artísticos y culturales, de cuya preeminencia tenemos buena prueba a todo lo largo y ancho de su territorio, y a todos satisface, sea cual sea el sentido de su gusto y preferencia. Una tierra forjada, también es cierto, a sangre y fuego en determinados periodos históricos; periodos que conforman, no obstante, apasionantes episodios de una épica autóctona que ha arrastrado consigo, entre otras cosas, numerosos enigmas y misterios, cuya resolución constituye un auténtico reto para el investigador actual.

Si fascinante es cualquiera de las Edades del Hombre, posiblemente sea esa, en ocasiones mal comprendida Edad Media, la que mejor ha sabido transmitir una cosmogonía mágico-artístico-espiritual que, abarcando numerosas disciplinas, ha conseguido relegar, en el ámbito del Arte, una experiencia simbólica capaz de desafiar, con su generalizado hermetismo, cualquier intento por acceder al génesis de un Conocimiento que posiblemente sea tan antiguo como el mundo.

Podemos racionalizar los intentos, sometiendo las marcas a clasificaciones; e incluso, podemos crear subgrupos de clasificación, atendiendo a las características de unas y otras, pero difícilmente podemos acceder a una racionalización simbólica definitiva que nos ofrezca una garantía en cuanto a su significado final y por qué su perseverencia en la gran mayoría de edificios de carácter religioso, pertenecientes a estilos artísticos como el Románico o el Gótico.

Existentes, así mismo, fuera de este ámbito de edificaciones, su localización en castillos, palacios o fortalezas, no deja de ser interesante, y no son muchos, en realidad, los que poseen estas paradigmáticas marcas.

Con referencia al Palacio Real de Olite, destacan, sobre todo, en número (1), y se localizan, con mayor frecuencia y asiduidad en los sillares que conforman las subidas a las torres y almenas. Aparte de algunas marcas que bien pudieran encuadrarse en la categoría de graffitis -como esa luna que parece estar eclipsando a un sol, o esa otra que muestra una cruz emperando sobre una estrella de David o Sello de Salomón- destacan, sobre todo, por su abundancia, las estrellas de cinco puntas o pentalfas. Otro de los símbolos a comentar, -aparte de la ballesta, los que semejan báculos e incluso uno en particular, que conforma una posible tau con un medio arco añadido en el lado derecho según se mira- sería el de la pata de oca, detalle que, a priori, no debería extrañarnos demasiado, si consideramos que Olite se encuentra situada en pleno Camino Jacobeo y aunque éste no sea un símbolo exclusivo de dicho camino, sí que lo define en parte.

Cabe señalar, por último, la presencia de curiosos, cuando no emblemáticos personajes históricos, como el Príncipe de Viana, en cuya corte, cultural como pocas, también hubo un sitio para magos, astrólogos y alquimistas, que bien pudieran haber dejado en los muros señales de su presencia.

Y otro detalle destacable: la estrella de cinco puntas no es ajena a las portadas de algunos templos románicos. Sirva como dato el pórtico de la iglesia de Nª Sª de la Asunción, en la también población navarra de Leache.





(1) Otra fortaleza medieval con abundantes marcas de cantería, muchas más, desde luego, que las que se localizan aquí, en Olite, sería el castillo toledano de Montalbán, ocupado, en tiempos, por la Orden del Temple.

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