Coruña del Conde. graffitis de peregrino en la ermita del Cristo de San Sebastián



'El mundo era para mí un secreto que deseaba desentrañar. Entre las primeras sensaciones de que tengo recuerdo, están la curiosidad, la investigación seria de las leyes ocultas de la naturaleza y un gozo rayano en el éxtasis cuando se me revelaban...' (1).



Una vez recuperado de la impresión al observar un viejo reactor evolucionando junto a las melladas murallas del castillo, quien acude a la población burgalesa de Coruña del Conde y se detiene el tiempo suficiente para observar los detalles que hacen poco menos que única en su género a la ermita del Cristo de San Sebastián, no tarda mucho en experimentar la curiosa sensación de estar realizando, in situ, un genuino viaje en el tiempo. Un viaje, que comienza en esa cronología anterior a Cristo, teniendo como protagonista a un pueblo, refinado en teoría pero bárbaro en ansia de poder y conquista que, sojuzgando pueblo tras pueblo bajo el ímpetu arrollador de las águilas de sus legiones, fundaron una ciudad, Clunia, muy cerca de aquí. De esa gloria pasada, que hoy está considerada como una maravilla -al menos lo que queda- pero que el tiempo cubrió de polvo y olvido durante siglos, surgieron, principalmente, los materiales de los que se nutre esta ermita. De manera que, teniendo esto presente, no ha de resultar extraño observar esa grotesca convivencia con la que capiteles y otros restos de índole netamente romana, se ven cortejados por otros parientes posteriores, aunque románicos, como pueden ser, algunos canecillos. Y balanceándose entre unos y otros, encaramados en la panacea simbólica de los paradigmas, algunos curiosos graffiti de peregrino, que llaman poderosamente la atención, con su anónimo toque de intencionalidad.

A diferencia de los graffiti de peregrino observados en la iglesia de Jaramillo Quemado, en la entrada anterior, los graffiti que más abundan en ésta curiosa ermita híbrida de Coruña del Conde, tienen a la cruz como base principal e intencional, y se basan, principalmente, en tres modelos determinados: la cruz latina, más sencilla y abundante -localizada, sobre todo, en la zona este o absidal-, la cruz patriarcal y una cruz griega -de brazos iguales- cuyos extremos conforman, significativamente, uno de los símbolos más complejos y abundantes del Camino Jacobeo, la Runa de la Vida, más comúnmente conocida como pata de oca. Estos dos tipos de graffiti crucífero se localizan, interesantemente dispuestos, en las basas que conforman el pórtico de entrada al templo.

La cruz, cuyos brazos de intersección conforman ese punto primordial o Axis Mundi sobre el que prevalecen el espacio y el tiempo y que, desde un punto de vista teórico y comparativo, podría considerarse como una evolución de antiguos símbolos solares y arios, entre ellos la esvástica, también conocida como martillo de Thor. Un simbolismo, éste de la cruz, en el que se reciclan, entre otros, conceptos como los solsticios y equinoccios, señalados por la barra horizontal y los polos en el ecuador, señalados por la barra vertical (2). La pata de oca, Runa o Árbol de la vida, modelo también de cruz martirial, característicos de los denominados Cristos Dolorosos renanos de los siglos XIV-XV, cuyos dos casos conocidos en España -el de la iglesia del Crucifijo, de Puente la Reina y el de la iglesia de Santa María del Camino, de Carrión de los Condes- están indiscutiblemente relacionados con la más heterodoxa de las órdenes religioso-militares medievales: la Orden del Temple. Y, curiosamente -tómese en cuenta a modo de anécdota-,era la forma que tenía el crucifijo de plata que solía llevar siempre consigo el Papa Juan Pablo II.

Relacionada también con el Temple, era la cruz patriarcal, llamada también de Caravaca y con fama de muy milagrosa, y era la forma adoptada por los Lignum Crucis que utilizaba ésta Orden, pudiéndose citar, entre ellos, el que se conserva, en el más inaccesible de los casos en Zamarramala, Segovia -que teóricamente, pertenecía a los templarios de la Vera Cruz, difieran o no los sanjuanistas-, el que se conserva en el Museo Catedralicio de Astorga -que bien pudiera haber pertenecido a los templarios de Ponferrada- o el que pertenecía a la parroquia asturiana de Santo Adriano de Tuñón, en Asturias, hoy día desaparecido en algún rincón ignoto de la catedral de San Salvador de Oviedo.

Levántese o no la polvareda, puesto que todas las opiniones son libres, lo que resulta indiscutible es que, en la gran mayoría de los casos, lo que denominamos como graffiti de peregrinos, distan mucho de ser meras manifestaciones espontáneas de piedad o devoción, y conllevan todo un mundo de intenciónalidad simbólica detrás.




(1) Mary W. Shelley: 'Frankenstein o el moderno Prometeo', cesión de Alianza Editorial, S.A. a Círculo de Lectores, S.A., 1995, página 49.


(2) Dato obtenido del libro de Juan Pedro Morin Bentejac y Jaime Cobreros Aguirre, 'El Camino iniciático de Santiago', Edciones 29, 1ª edición , junio de 1976, página 77.

Comentarios

  1. Curiosos grafitis, especialmente aquellas "cruces" cuyos brazos terminan en "pata de oca".
    ¿Qué peregrinos tan "especiales" fueron quienes dejaron grabados estos símbolos tan curiosos?

    Salud y fraternidad.

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  2. En efecto, esa cruz que mencionas y cuyos brazos terminan en patas de oca, hacen pensar en quiénes y cuáles fueron las auténticas intenciones de los que las grabaron. Quizás, en el fondo, no sean graffitis en realidad y tal vez sí una señal que indicaba la dirección seguida por un determinado gremio o quizás, por qué no, un aviso de que en esa ermita había algo importante. ¡Qué lástima que cuando uno intenta adentrarse en este misterioso mundo, todo se reduzca a multitud de preguntas pero a bien escasas respuestas!. Un abrazo

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