Santo Estevo de Ribas de Sil: Geometrías Mágicas en un monasterio de la Ribeira Sacra
Se suponen los orígenes de este monasteriode Santo Estevo en los brumosos tiempos de un siglo X, en los que la
Península Ibérica estaba prácticamente sometida al control total del invasor
agareno, tras el descalabro del ejército visigodo del rey Rodrigo en la célebre
batalla del Guadalete, acaecida en el año 711. Época, en la que de alguna
manera, proliferaba el eremitismo –generalmente, como un medio aceptado de
acercarse a Dios en la meditación, la soledad y la pobreza, refugiándose en la
matriz de la tierra, que en algunos casos, servía también para escapar de las
continuas razzias de los musulmanes-, no es de extrañar que un monje, de
nombre Franquila, decidiera, con la inestimable colaboración del rey Ordoño II,
reagruparse en comunidad, adoptando una forma de vida monacal, basada en la
Regla de San Benito o San Vieito, como se le recuerda por estas tierras. Tal es
así, que considerado como el primer Abad de este monasterio de Santo Estevo,
aparezca su nombre consignado en el
dintel de la puerta de la cercana ermita de San Juan del Cachón (1), haciendo
referencia a un año en cuestión, por el que se determina lo anteriormente
expuesto: el 918.
De la prosperidad y fama del
lugar, nos hablan no sólo las espectaculares dimensiones del cenobio; la
estancia de relevantes personajes (2) y la tradición, tan arraigada en la mente
popular, sobre los numerosos milagros acaecidos a la vera de las reliquias de
los nueve obispos santos cuyos restos parecen ejercer sobre el lugar y el
entorno un halo de misterio y protección. Detalles que, para situarnos en el
contexto medieval al que pertenecen, constituyen motivos suficientes para
pensar que, una vez a punto de traspasar el umbral de sus puertas, nos hallemos
frente a un cúmulo histórico y cultual de primer orden; posiblemente, el más
importante –o uno de los más importantes-, de los numerosos monasterios
situados como luciérnagas a uno y otro lado de la orografía fronteriza
conformada por los ríos Sil y Miño a su paso por las provincias de Orense y
Lugo.
Lejos de dejarnos sorprender por
el estilo herreriano que impera actualmente, y que de alguna forma continua,
desde el pensamiento del siglo XVI –época, en la que un pavoroso incendio
estuvo a punto de arruinar definitivamente el lugar-, observando en su escueta
conjunción las proporciones del modelo salomónico, que incluso, según numerosos
autores, ya vagaba con fuerza intencionada por los pensamientos de reyes, como
Felipe II y su obra cumbre, el monasterio de San Lorenzo de El Escorial (3),
hemos de pensar, que aún, originalmente románicos o no, los detalles que nos
aguardan en su interior son, cuando menos, genuinamente interesantes. Estos se
refieren, principalmente, a lo que queda del primitivo claustro románico y a su
parte inferior –el denominado Claustro dos Bispos-, puesto que la
superior quedó prácticamente destruida en el siglo XVI, como ya se ha dicho,
momento histórico al que pertenecen los dos claustros renacentistas, que
prácticamente nada tienen que aportar en cuanto a imaginería y simbolismo, pero
sí a geometría y proporción.
Dentro de la escueta ambigüedad
característica de unos capiteles que basan el noventa por ciento de su
temática, en recrear esos jardines representativos del Paraíso –esas rosaria
pétreas, cuya tradición continuaría estando presente en los maravillosos
manuscritos iluminados que pacientemente transcribían los monjes en los
scriptoriums-, el resto, de carácter historiado, ofrecen algunos detalles de
notable interés: las arpías o esfinges, como ha llegado a clasificarlas algún
autor, aquellos terroríficos seres mitológicos con cabeza humana, cuerpo de ave
y colas de serpientes unidas unas con otras haciendo lazos imposibles, que
también se encontraban como motivo ornamental –y lo constato, exclusivamente, a
modo de anécdota- en el interior de alguna encomienda templaria, como era la de
Ceínos de Campos, en la provincia de Valladolid, según comentó en su momento
Juan García Atienza, basándose en antiguos dibujos (4). Hay también varias
representaciones de ángeles, que muestran a los dos arcángeles protagonistas,
posiblemente, de los dos momentos más representativos del Cristianismo:
Gabriel, con un Libro abierto entre las manos y debajo de su ala un cordero y
Miguel, espada en mano, dispuesto a asestar el golpe mortal al Enemigo. Las
típicas referencias a esos seres elementales presentes en la rica mitología
celta, cuyas cabezas, objetivamente irónicas, surgen de esa matriz terrena,
cuya mejor representatividad no es otra que la exuberancia propia de la
Naturaleza. Incluso, interpolando las cabezas por las vieiras, no es difícil
encontrar referencias a Santiago y a esa magia tan particular que el peregrino
intuía y aprehendía en las escalas de su impenitente Camino. Un Camino, después
de todo, relacionado con el Conocimiento, representado también aquí, en el
claustro, en un curioso capitel, que a modo de hercúleo atlante, soporta
también, en los laterales, parte de esas nervaduras que se expanden hacia la
bóveda y que muestra dos serpientes, cuyo cuerpo entrelazado forma el
inconfundible diseño del símbolo del infinito, abalanzándose sobre la parte
superior de una cabeza humana, cuyo rostro, lejos de mostrar temor, permanece
felizmente impasible, sabedor del don que está recibiendo y que en otros
ámbitos artísticos se correspondería con la serpiente de la sabiduría que sale
de la copa o grial que porta en su mano la figura de San Juan Evangelista. Por
los detalles, se nota que es la misma mano que labró, al menos uno de los
puntos de clave, en los que se muestra a una pareja desnuda –puede que Adán y
Eva-, que con una mano se acarician los cabellos, mientras con la otra sujetan
lo que parece una especie de rosario, a juzgar por las cuentas, pero que en
cualquier caso, podría hacer referencia a la unión de los contrarios; en
definitiva, a la dualidad, tema muy presente también en el ámbito del
pensamiento medieval.
Pero sin duda, donde los canteros
dejaron patente, no sólo su habilidad artística, sino también una parte importante
de su filosofía hermética, fue en los puntos de clave que soportan las bóvedas
del claustro, en los que, aparte de la numerología implícita –basada, sobre
todo, en los números cuatro, cinco, seis y ocho-, consignaron una pequeña
enciclopedia subjetiva, basada, principalmente, en los detalles; de manera, que
no ha de sorprendernos, si nos encontramos con una completa diversidad de lazos
eternos, que a su vez sirven como marco perfecto a simbologías de índole
crucífera, donde prolifera, entre otras, la llamada cruz de los Cuatro
Evangelistas (5) en diferentes diseños, siendo de especial relevancia, aquélla
en particular que forma ese mismo tipo de cruz en base a la unión de flores de
lis, elemento que, por sus especiales características, conformaría un nuevo
eslabón sobre el que especular largo y tendido. También hay cruces que, de
acuerdo a su aspecto y a su diseño, nos remiten a las órdenes militares, cuya
importancia fue determinante en la historia medieval, y entre las que se incluye
la denominada Cruz de Jerusalén, que se remonta, cuando menos, al tiempo de los
primeros cruzados, aunque a ésta le falten las cuatro pequeñas crucecitas que
se situaban en el centro, en cada uno de los lados. Otro símbolo reseñable, es
la presencia de la media luna, acompañada de tres pequeñas estrellas. Pero el
detalle más espectacular, aquél que figura en uno de los puntos centrales, es
la magnífica representación de estrella de ocho puntas, cuyo diseño es
exactamente idéntico al que soporta las maravillosas bóvedas de ciertos lugares
muy específicos y determinantes: la mezquita de Córdoba, Santa María de Eunate,
el Santo Sepulcro de Torres del Río, la iglesia de San Miguel de Almazán o la
mezquita toledana –reconvertida en iglesia- del Cristo de la Luz.
Y por supuesto, tampoco falta
otro de los símbolos clave: la estrella renfam, que representa,
independientemente de otras muchas referencias, a una figura trascendental,
cuyo culto fue propagado, sobre todo por el Císter y en cuya figura comenzaba y
terminaba la religión templaria: Nuestra Señora.
(1) De igual manera, que se sabe que el Maestro Esteban trabajó en la catedral compostelana, no por referencias directas o existentes en los archivos históricos gallegos, sino porque se toman como base cierta las que constan en los archivos del Reino de Navarra, que lo mencionan expresamente cuando hablan de su participación en las obras de la catedral de Pamplona.
(2) Uno puede llegar a imaginarse, por ejemplo, la llegada de San Froilán acompañado por el lobo que, según la tradición, se había comido a su mula y como castigo el santo le condenó a portar los Libros Sagrados. Tradición que nos llevaría a asociar a este emblemático animal con el Conocimiento, y partiendo de esa base, no nos debe causar extrañeza que fuera uno de los principales símbolos utilizados por las antiguas hermandades de canteros.
(3) San Lorenzo y su evidente relación con uno de los grandes mitos medievales: el del Santo Grial.
(4) Juan García Atienza: 'Los enclaves templarios: guía mágica de la Orden en España', Ediciones Martínez Roca, S.A., segunda edición, febrero de 2003, páginas 151-152.
(5) Llama la atención que este tipo de cruz, similar, por su diseño y comparativamente hablando a un trébol de cuatro hojas, figure entre las representaciones más repetitivas de una iglesia en la que cabe la sospecha de que hubieran coexistido cátaros y templarios: la de San Pedro de Arrojo, situada en el concejo asturiano de Quirós.
(6) Este tipo de cruz, tal y como aparece en Santo Estevo, también figura, toscamente labrada, en la cripta o Forno da Santa, en la también orensana población de Santa Mariña de Augas Santas.
Publicado en STEEMIT, el día 14 de Enero de 2018: https://steemit.com/spanish/@juancar347/santo-estevo-geometrias-magicas-en-un-monasterio-de-la-ribeira-sacra
Publicado en STEEMIT, el día 14 de Enero de 2018: https://steemit.com/spanish/@juancar347/santo-estevo-geometrias-magicas-en-un-monasterio-de-la-ribeira-sacra
Hola!
ResponderEliminarEsta entrada es casi un trabajo de investigación, tú narración no pierde detalle, desde los orígenes de San Estevo, su situación, su numérica estructura, por así llamarlo y el vídeo complementa a la perfección lo que expresas.
Una, como es muu superficial te diré que el parador que ocupa parte del monasterio, en el cual no he tenido el placer de alojarme, tiene unas vistas impresionante, su enclave, sobre el río Sil, es un mirador natural de excepción. Un beso.
Hola, bruja. Reconocerás que el lugar se deja querer y mucho. Yo tampoco he tenido la fortuna de alojarme en el parador, pero sin duda es algo que tendré que prever en el futuro, pues la experiencia puede excepcional, como ya me ocurriera la vez que me alojé en el monasterio navarro de Leire. Como bien dices, que te conozco y para nada eres superficial sino que al contrario, eres una persona profundamente sensitiva, el conjunto es todo un Símbolo con mayúsculas. Evidentemente, como todo, tiene sus particularidades y secretillos, y muchas cosas que se quedan en el tintero para más adelante, pues hablar de un lugar como este llevaría un esfuerzo lo suficientemente grande como para escribir un auténtico tratado simbólico.
ResponderEliminarUn abrazo