Barahona de Fresno o el ergo suum de los canteros medievales


Se podría decir que una de las cuestiones que caracterizaba a los canteros medievales, era el hermetismo casi sagrado de que hacían gala frente a todo aquello que tuviera que ver con su identidad, así como con el gremio o la hermandad compañeril a la que pertenecían. Resulta evidente, por tanto, que dicho hermetismo contribuyera, en gran medida, a fomentar todo un universo de leyendas en cuanto a su propia existencia, y desde luego, a las actividades que se desarrollaban en el interior de sus reuniones privadas o logias.
También es verdad, que la gran mayoría de los templos medievales -y dentro de esta categoría, incluyo a los pertenecientes tanto a la Baja como a la Alta Edad Media, románicos como góticos- adolecían, generalmente, de ese ergo suum latino o yo soy, cuyo nombre acompañaba el tradicional me fecit o me hizo, que se localiza en algunos templos; en realidad, en demasiados pocos, si tenemos en cuenta la enorme cantidad de templos, de todos los tamaños y estilos, y por supuesto localizados en todos los entornos, que se levantaron en el mencionado periodo. Esto constituía, así mismo, una cuestión, podríamos decir que filosófica, en la que primaba el elemento sagrado por encima de la personalidad del Magister Muri, cuya relevancia quedaba relegada a un segundo término.
Fuera de este contexto, no dejaba de ser corriente que en los sillares se dejasen cinceladas numerosas y extrañas marcas, cuya auténtica finalidad, si hemos de ser honestos, continúa siendo un enigma a día de hoy, independientemente del hecho de que haya y siga generando numerosas hipótesis.
Una de las características que parecen definir las marcas de los templos románicos, por ejemplo, radica más en la profundidad con que se cincelaron, que en su longitud, propiamente hablando. Cualidades que parecen haberse invertido posteriormente, a partir del siglo XIII, en ese Arte que rompió moldes y cuyos orígenes, como las marcas de los canteros que los levantaron, continúa siendo también otro completo enigma: el Gótico.
Posiblemente de este siglo, sean los restos originales que se conservan en la iglesia de San Cristóbal, situada en una loma al comienzo del pueblecito segoviano de Barahona de Fresno (1); y entre estos restos supervivientes de la fábrica original, el ábside, desde un punto de vista comparativo, no tiene desperdicio, recordando la temática erótica de algunos de sus canecillos a aquélla otra tan asombrosa y directa que se localiza en la colegiata cántabra de San Pedro de Cervatos, hasta el punto de que podríamos considerar, hipotéticamente hablando, la posibilidad de una conexión o de un intercambio de índole, cuando menos técnica, digno de tener en cuenta.
Pero de todos los detalles contenidos en el ábside, y en lo que a la presente entrada se refiere, el que más llama la atención es, precisamente, el de tener una gran cantidad de marcas de cantero a la vista, y sobre todo, la extraordinaria longitud de éstas; de tal manera, que de alguna forma pueden inducir a suponer un desgarro en la aparente discreción inherente a sus predecesores románicos, dando a entender, de paso, una variación en el ergo suum de los canteros con vistas a un reconocimiento personalizado de la obra realizada.
Pero claro, se trata tan sólo de conjeturas basadas en apreciaciones personales.
(1) El nombre, ya de por sí, no tiene desperdicio, pues recuerda al vecino pueblecito soriano famoso por sus brujas y rememora, de paso, uno de los árboles sagrados de los druidas.

Comentarios

  1. Hola....
    Un reportaje muy bonito Juan Carlos, creo que me estas haciendo aficionar mucho a las marcas, de cantería...
    Saludos desde Salamanca

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  2. Hola, Pepito. Me alegro de que te guste. El crear afición es bueno, pensando siempre que, cuanta más afición e interés haya en el tema, más posibilidades se generan de llegar a intercambiar opiniones y quién sabe, a lo mejor de ir enlazando las numerosas piezas de este puzzle monumental que es el tema de los canteros medievales. Saludos

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  3. Decía antes (a ver si ahora se publica), que estabamos todos tan sorprendidos con los canecillos del alero, que ni reparamos en tanta marca por la iglesia.

    Suerte que estas tu ahí para que no se te escape ni una!

    Un abrazo

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  4. Me sorprende que no las viérais, porque había muchas en el ábside, y lo más curioso, tal y como digo, era precisamente el tamaño; pero claro, conociendo lo que os gustan las piedras, y cuanto más altas mejor...El Magister, sin embargo, sí que las vió; lo que pasa es que no dice ni mú.
    Un abrazo

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  5. Lo que vi es el exconjurandero, me sorprendió mucho porque pensaba que eso era una cosa de tiempos pasados, y en cambio éste aún esta en "uso". Me encantó.

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  6. Sí, a mí también me llamó la atención, aunque por su forma, lo tomé por un humilladero. Pero coincido contigo en que no había visto nunca otro igual...

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