El Camino de las Ocas pasa por Buenafuente del Sistal

Posiblemente, uno de los enclaves más enigmáticos y mistéricos de esta zona del Alto Tajo, sea el constituido por este monasterio de monjas del Císter -y de hecho, el único monasterio de la Orden en vigor en toda la provincia de Guadalajara- de Buenafuente del Sistal. De entrada, ya el propio nombre nos ofrece una clave, contenida en el agua, milagrosa, al parecer, de la fuente alrededor de la que se levantó esta comunidad, hace la nada despreciable cantidad de tiempo de un milenio.
Al referirnos a ella, hablamos, pues, de uno de los lugares así como de una de las comunidades más antiguas donde -aparte de cultos anteriores, como se supone que existieron (1)- el románico dejó también su impronta en la provincia de Guadalajara y que, junto con Cobeta y el Barranco de la Hoz, conforman un espectacular triángulo, en cuyos vértices, se sitúa una oportuna y peculiar aparición mariana.
Difícil sería, en un lugar de semejantes características, no encontrar huellas, siquiera sea a simple vista, del camino seguido por esos enigmáticos jars o gansos que, integrados en el hermetismo más auténtico afín a las hermandades compañeriles, labraron los intrincados vericuetos de la Edad Media a golpes de mazo y de cincel, dejando para la posteridad, un auténtico legado cultural, salvaguardado por el universo, siempre ambivalente, del símbolo. No ha de resultarnos extraño, por tanto, encontrarnos en algunos de los sillares más antiguos, con esa simbólica runa de la Vida, que se conoce más comúnmente como pata de oca. Símbolo de múltiples connotaciones mistéricas, fue utilizado, también, como elemento de martirio Crístico, tal y como aparece representado en el famoso Cristo renano de la iglesia del Crucifijo de Puente la Reina, y aunque menos conocido por el público en general, en otro que se localiza en Carrión de los Condes.
Estas marcas, son visibles en la parte más antigua del monasterio, previsiblemente en esa zona arcana que pertenece, hemos de suponer, al primer momento fundacional, considerándose éste acaecido en 1176, según consta en uno de los documentos conservados. Y es aquí, precisamente, donde radica uno de los grandes y controvertidos misterios, extensible, de hecho, a otros lugares de la provincia, como pueda ser la iglesia de Santa Coloma, en Albendiego: se atribuye su fundación, apenas recién conquistada la zona a los sarracenos, a los canónigos regulares de San Agustín.
Monjes y guerreros, los canónigos regulares de San Agustín fueron fundados hacia el año 388, cuando éste decide entregarse a la vida monástica. Consecuencia de tal decisión, reciben de él la denominada Disciplina Monasterii, que se complementa con la Regula Secunda, en la que se define y sistematiza la vida en comunidad de los monjes. En ésta Regla, precisamente, se basaron al principio muchas de las agrupaciones religiosas de nueva creación, y entre ellas, los templarios. Unos y otros, coincidieron en numerosos lugares, hecho que trae como consecuencia, cierta confusión a la hora de atribuirles tal o cual obra (2).
Interesante, así mismo, puede resultar el detalle de que, en relación al Temple, son numerosas las referencias que la tradición oral -la memoria popular, posiblemente sea la que resultara más cercana a la Orden- mantiene aún viva, aunque de forma imprecisa y desvirtuada, en toda la zona comprendida en el Señorío de Molina. Señorío que, curiosamente, se denominaba Molina de los Caballeros.
Por la documentación existente, se sabe la relación de este monasterio con una de las figuras más relevantes y representativas de la época: el arzobispo de Toledo, don Rodrigo Ximénez de Rada, cuyos restos mortales, reposan en el también monasterio cisterciense de Santa María de Huerta.
Figura relevante en su época, como he dicho, Ximénez de Rada tuvo un protagonismo determinativo en la batalla de las Navas de Tolosa, acaecida en julio de 1212, y asociada a su figura, se conserva, en el monasterio citado, una hermosa talla románica que, al decir del marqués de Cerralbo, pudo ser la que éste llevó consigo en la referida y decisiva batalla, que supuso un duro golpe para el poder almohade en la Península.
Es posible, así mismo, que ésta talla pueda tener alguna relación con desaparecida imagen original de la Virgen de Montesinos, en Cobeta, pues ésta fue trasladada al Monasterio de Santa María de Huerta en el siglo XVII, según consta en un documento de donación que se custodia en los archivos del referido monasterio. Detalle que, para ser honestos, no es compartido por el padre don Agustín Romero, con quien tuve ocasión de comentarlo y al que, entre otras cosas, le estoy agradecido por su amabilidad y por el detalle que tuvo al mostrarme la preciosa imagen románica a la que me refería anteriormente, que ha pasado a la posteridad con el nombre de Virgen de las Navas.
La comunidad religiosa de Buenafuente del Sistal, también venera a una virgen muy milagrera, a la que familiarmente denominan -he aquí un dato curioso, cuando menos, además de relevante- como la Morenita. La talla original, la tienen guardada las monjas, y resulta inaccesible; pero se puede admirar una copia, que tienen en el interior de la iglesia, así como un extraordinario Cristo románico, también de los siglos XII-XIII.
Y un dato interesante, que probablemente pueda tener relación con los canteros que dejaron como señal de su paso por el lugar, las patas de oca grabadas en los sillares, es el aportado por Antonio Herrera Casado (3), quien observa detalles languedocianos en la primitiva puerta de acceso.
Buenafuente del Sistal, un misterio aún por descubrir.
(1) Son numerosos los restos celtíberos que se localizan en la región; entre ellos, cabe reseñar, por ejemplo, el castro conocido como El Ceremeño, situado en el término de Herrería. Aproximadamente un kilómetro más adelante, dentro del término municipal de Canales de Molina, se localiza otro enigma prehistórico, la Piedra Escrita o Piedra del Moro, cuyos símbolos y petroglifos, no han podido ser descifrados hasta el día de la fecha.
(2) Información transmitida amablemente por Rafael Alarcón Herrera, en correo electrónico, de fecha 9 de febrero de 2011.
(3) Antonio Herrera Casado: El románico de Guadalajara, Aache Ediciones, 2ª edición, 2003, página 184.

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