Petroglifos, también una cuestión de percepción


(Fotografía 1)

No es cuestión ni pretensión de sentar cátedra, ni hay, tampoco, un empeño intencionado de levantar polémicas donde posiblemente no las haya. Pero sí puede resultar oportuno poner de manifiesto lo frágil que en ocasiones puede resultarnos ese maravilloso sentido que es la vista y de qué manera, según la perspectiva de nuestra mirada, la información transmitida a nuestro cerebro puede ser errónea o estar fatalmente distorsionada. Una buena ocasión que tuve para comprobarlo, fue precisamente aquí, en este interesantísimo complejo arqueológico de Touron.

(Fotografía 2)

Bien es cierto, que cuando uno llega al lugar, los primeros petroglifos que se tienen la oportunidad de observar apenas se comienza la visita, son aquellos que, para más señas, se localizan en una roca situada en las proximidades de la caseta de información, al principio, podríamos decir, del sendero delimitado que recorre el circuito principal. La roca en cuestión, tiene forma, comparativamente hablando –que comparar, forma también parte de la expresividad humana, aunque también esto tiene, por supuesto, su relatividad-, de cabeza de ajo. Pues bien, dicha roca contiene, como así lo confirma un cartel gráfico (fotografía 1), tres formas zoomorfas –posiblemente ciervos-, superpuestas, que se aprecian, si se miran de manera horizontal, como aparecen en la fotografía número 2.

(Fotografía 3)

El problema estriba, en que si nos acercamos a la roca y miramos tal cual se nos aparece, es decir, de manera vertical, por poca imaginación que le echemos, comprobaremos que las teóricamente tres figuras zoomorfas superpuestas, se transforman en un grabado, acerca de cuya visión podemos jurar y perjurar que lo que realmente estamos contemplando, no parece otra cosa que un guerrero a lomos de su montura, como se puede apreciar en la fotografía número 3.

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